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CARTA DE LOS ÁNGELES PARA TÍ

| miércoles, 22 de febrero de 2012


Muchos de ustedes han acudido a los reinos celestiales pidiendo ayuda, asistencia y milagros. Nunca antes las Huestes Celestiales y los Ángeles escucharon tal clamor. Nunca antes hemos enviado millones de ángeles para que se presenten y envuelvan la Tierra.

En el Mundo Angelical nos revestimos de muchas formas, colores y energías. A veces aparecemos como una sola gota de lluvia sobre su rostro. A veces nos presentamos como la brisa que roza su mejilla. A veces se nos puede ver en las nubes como una brillante luminosidad. A veces somos un único y diminuto punto de luz y otras veces somos lo suficientemente grandes como para abarcar toda la tierra. Variamos en tamaño, color y luz. Variamos en tareas y en posición y en comprensión de los humanos. No somos los que han caído desde la muerte en su planeta. Somos un tipo de ser totalmente distinto, uno que escucha cada seña y llamado. El Padre Celestial los envió para que estuvieran a cargo de nosotros. Finalmente, luego de tanto tiempo, se nos libera para que cumplamos con nuestro trabajo, para amarlos y protegerlos. Cada uno de ustedes tiene una multitud de nosotros alrededor. Revoloteamos como mariposas en el rosedal de un palacio.

Al nacer, se les dio un ángel guardián. Nosotros venimos para permitirles experimentar la gracia, la gloria de la paz en medio de toda la agitación. Somos los que traemos una sonrisa a su rostro en medio de un día frenético cuando por un momento se acuerdan de nosotros y por un momento experimentan paz.

Somos tan reales como ustedes. Simplemente estamos en una frecuencia de luz diferente. Lloramos por ustedes, reímos con ustedes, hablamos de ustedes, pensamos en ustedes, porque estamos enamorados de ustedes. Estamos enamorados de sus alegrías y nos entristecen sus heridas. Porque cada parte de ustedes resuena con una parte de nosotros, pero necesitamos toda su atención mientras pasan por estas próximas secuencias de tiempo. Envíennos a los campos de batalla. Envíennos a quienes duermen con miedo. Envíennos a quienes sufren. Se nos debe enviar a toda la humanidad. Desafortunadamente, ustedes sólo nos llaman en momentos de desesperación, pero siempre estamos aquí.

Permítannos venir a su mundo, hacer sus mandados de luz, hacer sus diligencias de esperanza, hacer sus mandados de sanación. Es nuestro trabajo pues servimos al creador por ustedes. No sigan llenando su alma con cargas pesadas; permítannos, con su pedido, alivianar su carga literalmente. Envíennos a quienes los preocupan. Envíennos a quienes sólo piensan en sí mismos y en nadie más. Envíennos a su día antes de aventurarse afuera. Los milagros están contenidos en nuestros corazones y son liberados de nuestros corazones hacia sus manos. Recíbanlos mediante su convicción. Recíbanlos mediante su fe.

Somos enviados a la humanidad por el Padre Celestial mismo. Al principio mirábamos a los humanos con desdén, pensábamos cómo era posible que un ser tan inferior, una especie inferior, supiera cómo delegarnos filamentos de luz celestial delineados tan delicadamente. Al haberlos observado calladamente a través del tiempo, sabemos que ustedes tienen un gran corazón en su interior y una gran posibilidad para el futuro. Este conocimiento nos alegra. Este conocimiento nos ayuda a involucrarnos en sus asuntos cotidianos.

Porque como he dicho, somos diminutos y somos inmensos, más allá de su conocimiento. Ustedes conocen a muchos de nuestros comandantes, tales como Miguel, Gabriel, Uriel y Rafael, pero ellos no son más que unos pocos de trillones de trillones de nosotros que esperan su reconocimiento. Porque ése es nuestro trabajo y el Padre nos impele a hacerlo. No podemos ser llamados a la acción a menos que sean ustedes quienes nos llamen. Nos sentamos a la vera de la luz, esperando su llamado como una jovencita enamoradísima la noche de una cita.

La verdad es que nos hemos enamorado de ustedes. Finalmente les hemos abierto nuestro corazón y todo resentimiento del pasado se ha disuelto. Ahora comprendemos los deseos y las ansias del Creador. Ahora comprendemos el destino de la humanidad. Porque al principio –su principio– no lo comprendíamos. Así que déjennos amarlos y dense permiso para amarnos. Trabajaremos como un equipo para ayudarlos a disolver todo el dolor de la Tierra. Dejen que los ayudemos a sanar. Permitan que los ayudemos a traer más amor a sus matrimonios, a sus familias, a su vida. Somos mucho más de lo que comprenden. Los amamos. En verdad es así. Les pedimos disculpas de corazón por cualquier tristeza que les hayamos causado en el comienzo de los tiempos.

Comprendan que esta batalla que libran en la Tierra ha caído desde el cielo para ser representada en la Tierra. Permitan que vengan los ángeles de la luz. Ya es hora de que reinstalen lo que se les indicó divinamente que hicieran al principio. Invoquen a los ángeles y estaremos aquí con una palabra, un pensamiento y un aliento."



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