Tiernísima Madre de Dios y de los hombres
que, bajo la advocación de la pura y limpia Concepción
de Nuestra Señora de Itatí,
miraste con ojos de misericordia por más de cuatro siglos
a todos los que te han implorado,
no deseches ahora las súplicas de este tu hiio,
que humildemente recurre a Tí.
Atiende mis necesidades,
que tú mejor que yo las conoces,
y sobre todo Madre mía,
concédeme un gran amor a tu Divino Hijo Jesús,
y un corazón puro, humilde y prudente,
paciencia en la vida, fortaleza en las tentaciones
y consuelo en la muerte.
Así sea.
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