Hoy recordamos tu noche,
aquella en que naciste,
pobre, sin casa ni hospital,
en un pesebre, junto a tus padres.
Tú, Dios, te hacías pequeño,
para darnos tu lección de vida,
enseñarnos tus preferencias
y demostrarnos cómo hay que ser.
Buscaste una mujer sencilla,
un padre trabajador y bueno,
un pueblo perdido, una aldea,
y la buena gente que les atendió.
Nosotros te subimos a altares,
te ponemos miles de nombres,
te rodeamos de joyas
y olvidamos tu sencillez y austeridad.
No dejes que celebremos la Navidad,
un año más, a veces sin ti.
Convierte nuestro corazón ajetreado
en uno que ame y acoja como Tú.
Quédate entre nosotros, Señor.
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