Salvador del mundo,
que el Señor me sea propicio, dulce y favorable;
Que me acuerde un espíritu sano y recto
para rendirle el vasallaje que le es debido,
a Él que es el libertador del mundo.
Nadie podía poner la mano sobre Él,
porque su hora no había llegado:
Él que era, que es y que será siempre
Dios y hombre, principio y fin.
Que esta plegaria que te dirijo
me garantice eternamente contra mis enemigos.
Amén.
Jesús de Nazareth,
Rey de los Judíos y Redentor del mundo,
mira a esta alma infeliz que se humilla ante ti
y se cree todavía indigna de arrodillarse
ante excelsitud tan grande
y dame la paz que ansío.
Amén.
Tened piedad de mí,
que soy un pobre pecador y miserable criatura,
Conducidme con arreglo a vuestra dulzura
por las vías de la salvación eterna.
Amén.
En el tiempo que el buen Jesús cumplía
su misión redentora sobre la tierra,
los sacerdotes judíos que no llegaron a comprenderle mandaron emisarios para que lo aprehendieran.
Y Jesús, sabiendo los sucesos que debían acaecerle,
se acercó a ellos y les dijo:
¿A quién buscáis?
Y ellos respondieron:
A Jesús de Nazareth.
Y Jesús les contestó:
Yo soy.
Y cuando Judas, que estaba entre ellos
y debía entregarle, les dijo que era Él,
todos cayeron por tierra
¿A quién buscáis?,
Volvió a preguntarles Jesús
y como ellos contestaran que a Jesús de Nazareth,
Jesús le respondió:
Ya os he dicho que yo soy,
y si es a mí a quien buscáis,
dejad marchar a aquellos
(refiriéndose a sus discípulos).
Y Jesús paso por entre medio de ellos
sin que nadie osara poner su mano impía sobre Él,
porque su hora no había llegado.
La lanza, los clavos, la cruz,
las espinas que habéis sufrido prueban, Señor,
que habéis borrado y expiado
los crímenes de los miserables.
Preservadme, Señor Jesucristo,
de las emboscadas que me preparan mis enemigos,
pues vuestras cinco llagas
me sirven continuamente de remedio.
Jesús es la estrella;
Jesús es la vida;
Jesús ha sufrido;
Jesús ha sido crucificado;
Jesús, Hijo de Dios vivo,
tended piedad de mí.
Amén.
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