Virgen, Señora, Madre de Dios,
que llevaste en tu seno a Cristo,
Salvador y Señor Nuestro:
En ti pongo toda esperanza, en ti confío,
que eres más sublime que todas las celestiales jerarquías.
Defiéndeme con tu purísima gracia;
gobierna mi vida, y declárame la santa voluntad de tu Hijo,
y los senderos de nuestro Señor.
Alcánzame el perdón de mis culpas.
Sé mi refugio, mi protección, mi defensa,
y llévame de tu mano hasta conducirme a la vida eterna.
No me dejes, Señora,
en el terrible instante de mi muerte;
antes bien, corre en mi ayuda
y líbrame de la cruel tiranía del demonio;
pues tienes poder bastante para ello,
porque todo lo puedes, por ser Madre de Dios
Y pues todos te alaban y bendicen,
Santísima Madre de Dios,
no ceses de interceder por nosotros,
tus indignos siervos,
para que escapemos de todas las acechanzas del demonio
y de todos los males,
y nos conservemos incólumes de cualquier asalto
del que arroja contra nosotros sus dardos emponzoñados.
Guárdanos, principalmente, libres hasta el fin
de la eterna condenación, para que, siendo salvos
por tu auxilio y patrocinio, demos siempre gloria
y alabanza y acción de gracias y adoración a Dios,
uno y trino, Creador de todas las cosas.
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